jueves, 28 de junio de 2007

Barrio por Barrio: Resistencia Popular - Semanario CGT - Nro 14 - agosto de 1968

1º de agosto de 1968- CGT de los argentinos
por una Patria Libre, Justa y Soberana, la Patria Socialista

Barrio por Barrio: Resistencia Popular

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Evaluados los hechos del 18 de junio, extraída su enseñanza y reagrupadas las fuerzas que intervinieron, surge como inevitable una nueva etapa de lucha para las fuerzas populares.
El gobierno elegido por nadie no ha resuelto uno sólo de los problemas que existían hace cuatro meses, cuatro semanas o cuatro días. Decenas de miles de estudiantes conservan intacto su espíritu combativo. Antes de fin de año más de cien mil inquilinos serán desalojados de sus comercios o sus hogares. El plazo establecido para la congelación de salarios se acerca inexorablemente a su término y la consigna del 40 por ciento de aumento alimenta en cada fábrica y en cada casa.
Frente al gobierno, la CGT de los Argentinos se ha convertido en la mayor fuerza organizada. Eso nos impone la obligación de proponer una estrategia común a las fuerzas populares, para enfrentar cada uno de los conflictos concretos e inevitables que se van a producir antes del 31 de diciembre.
La experiencia demuestra que un régimen desprovisto de consentimiento puede derrotar por turnos a todos los sectores, mediante la simple concentración de su fuerza represiva en cada momento aislado. De este modo uno impone su voluntad sobre cien, diez mil policías paralizan una ciudad de seis millones y tres comandantes de las fuerzas armadas no necesitan siquiera mandar sus efectivos al combate para forzar sobre veintidós millones un estatuto consultado con nadie.
Las fuerzas populares han librado sus luchas por separado, heroicamente a veces, sin obtener un triunfo decisivo. No basta ocupar una fábrica si el barrio que rodea la fábrica, la escuela o la facultad que están enfrente, la parroquia a media cuadra, la cooperativa a la vuelta de la esquina, el activista político, el inquilino, el pequeño comerciante se quedan mirando cómo cincuenta vigilantes armados desalojan a mil compañeros desarmados.
No basta ocupar una facultad si el trabajador, el militante, el simple vecino también se quedan mirando mientras los estudiantes van presos.
Es inútil que el inquilino o el arrendatario sometido al desalojo intente resistirlo si no cuenta con la solidaridad activa del trabajador, el estudiante, el barrio, el pueblo entero.
Aislados en el lugar y en el tiempo, los trabajadores siempre serán desalojados de la fábrica que ocupen; los estudiantes de la facultad que tomen; los inquilinos de sus propias casas; el pequeño comerciante de su propio negocio.
Pero no sucederá lo mismo si un gran movimiento de inteligencia colectiva coordina las rebeldías populares, si los sectores afectados extraen la acción de sus derrotas y aprenden a golpear todos juntos al mismo lugar.
El barrio, el pueblo, la zona, con sus problemas concretos, constituyen el terreno más adecuado para esa lucha común. Sin renunciar a las manifestaciones masivas que sintetizan la rebeldía general, debemos concentrar nuestros esfuerzos en esos núcleos básicos de la comunidad, organizar allí las protestas conjuntas. El apoyo de todo un barrio la huelga de una fábrica puede ser más efectivo que una manifestación de multitudes: porque esa huelga no será derrotada. El respaldo de los trabajadores a los inquilinos concretos que son desalojados en un barrio, puede obligar al gobierno a convertir cada desalojo en una batalla.
La presencia de los estudiantes en las villas de emergencia pueden ser más efectiva que la toma de una facultad.
La CGT no pide a ninguno de los sectores que abandone su forma de lucha; les pide coordinarlas con todas las otras formas. De esta acción común saldrán, además de los resultados concretos en cada caso, los dirigentes, los cuadros, las organizaciones necesarias para producir los cambios revolucionarios que exige el país.
Sabemos que esta nueva forma de pelear no se improvisa. Conocemos las resistencias, las desconfianzas, la falta de costumbre. Calladamente, sin embargo, el pueblo ha empezado a moverse en esta dirección. La acción de dos gremios con respaldo de la CGT y el pueblo ha permitido en Santa Fe publicar el primer diario obrero que existe en el interior del país. En Córdoba los consejos vecinales han empezado a reunirse, convocados por la CGT, para abordar conjuntamente los problemas de los barrios. La campaña?Pan para la lucha? de nuestra Comisión Solidaria está llevando camiones de ropas y alimentos a los surcos de Tucumán.
Hay que multiplicar estas iniciativas. Cada local sindical debe convertirse en el centro de las reivindicaciones no sólo sindicales de su barrio, su pueblo o su zona: el lugar donde se coordina la acción de trabajadores, estudiantes, intelectuales, militantes políticos, sacerdotes, pequeños comerciantes. La experiencia de los periodistas y gráficos de Santa Fe debe repetirse en las ciudades y pueblos del interior y en los barrios de las grandes capitales: necesitamos una prensa popular y revolucionaria que lleve a todos los rincones del país las verdades que no aparecen en el periodismo del régimen. Las regionales deben aplicar la iniciativa cordobesa, convocar a los consejos de barrio, contribuir a crearlos donde no existan.
La CGT llama a todos los argentinos a formar a nivel del vecindario las comisiones de acción o de ayuda que juntas deben sustituir el gran movimiento de resistencia popular, capaz de devolver al pueblo lo que pertenece al pueblo. Un acto conjunto de todos los sectores, en cada lugar y oportunidad en que la dictadura amenace los derechos de un sector, es la forma de poner en marcha ese movimiento.
La dictadura puede ocupar un sindicato, una fábrica, una facultad, una plaza, un edificio. No puede ocupar todos los sindicatos, todas las fábricas, todas las facultades, todas las plazas todos los edificios.
Si la resistencia encarna en todo el pueblo, no bastaran el ejército ni la policía para contenerla. Si la liberación nacional prende en la conciencia de todos los argentinos, no bastaran los gases y las cachiporras para impedirla. Si la revolución social arraiga en el corazón de cada uno, no alcanzaran los tanques para frenarla.